En esta página muestro reflexiones personales sobre mi labor docente:
A lo largo de mi
experiencia como docente de la asignatura de Matemáticas y del Taller de
Máquinas Herramientas a nivel Secundaria (7 años), he aprendido y vivido muchas
cosas tanto en el aspecto pedagógico como en el personal y social.
El inicio (año 2008)
fue algo desconcertante pues no estudié la licenciatura en Educación sino la de
Ingeniería Mecánica, no sabía si había tomado la decisión correcta o no. Poco a
poco fue naciendo en mí una emoción que al principio fue rara pero que luego se
convirtió en adictiva, una emoción combinada con un sentimiento de reto hacia
mí misma. Cada día llegaba a la escuela con la idea de que mis alumnos iban a aprender
mucho ese día, los temas eran motivantes tanto para mí misma como para ellos
(por lo menos eso pensaba yo). Diario preparaba las clases del siguiente día buscando material atractivo para ellos, como eran vídeos, presentaciones, láminas, etc.; y
yo me la pasaba feliz.
Al poco tiempo, con la
llegada de las evaluaciones llegó una triste desilusión, mis alumnos que pensaba
que sabían mucho estaban reprobando, ¿qué era lo que estaba pasando?, ¿por qué
no estaban aprendiendo?, o por lo menos ¿por qué no lo demostraban?
Lo primero que hice
fue realizar una autoreflexión sobre mis métodos de enseñanza para ver si
encontraba en qué estaba cometiendo el error, cambié algunas estrategias, empecé
a investigar sobre los métodos de enseñanza y de aprendizaje de los alumnos, empecé
a incluir actividades lúdicas en mis clases, también hablé con mis colegas para
que me compartieran sus métodos, sus conocimientos y sus experiencias al respecto. Hice entonces algunas modificaciones que a mi parecer dieron resultado, pues mis alumnos fueron mejorando
sus calificaciones.
Al pasar uno o dos
ciclos escolares empezaron a llegar las reformas por todos lados, ahora se nos
exigía ser competentes en muchos más aspectos, ya no era sólo llegar y dar
clase, ahora teníamos que enseñar a nuestros alumnos a aprender por sí solos, a
ser autónomos, a construir sus propios conocimientos, y no sólo eso, sino
también enseñarlos a aprender a convivir y a aprender a ser. Labor demasiado
compleja pero a la vez desafiante. Lo que siguió fue la preparación, cursos y
talleres por doquier, al principio no entendía ni qué se pretendía pero poco a
poco lo fui asimilando.
Pero así como llegaron
cosas buenas también llegaron las malas o por lo menos tristes. Ahora con la
convivencia que se nos proponía hacer con los alumnos empecé a darme cuenta de
las crudas realidades que ellos vivían en su cotidianeidad y que muchas veces
eran los principales motivos por los cuales no le echaban ganas a su educación
o que simplemente no les interesaba. Ahora empezaba a conocer cosas realmente
tristes, muchos de mis alumnos eran golpeados por sus padres, algunos hasta
abusados sexualmente por sus padrastros, muchos sufrían de pobreza extrema pues
no tenían dinero ni para comer, algunos tenían padres muy enfermos y que no
podían trabajar, etc., etc. Y fue hasta entonces que encontré motivos muy
poderosos por los cuales algunos de mis alumnos no mostraban el más mínimo
interés en su proceso educativo. ¿Cuándo
me iba a imaginar algo así? Surgieron entonces pláticas personales con
ellos, tratando de motivarlos, muchas veces hablaba con los padres de familia
pero no siempre encontraba respuestas satisfactorias, los casos más graves los
canalizaba al departamento de Trabajo Social o a la Dirección de la Escuela; y
algunas veces notaba un cambio placentero pero lamentablemente en la mayoría de
los casos no. Me di cuenta que no era tan fácil cambiar la vida de un ser
humano, pero aún así lo seguí intentando.
Entonces comprendí que
ser “Maestro” era una tarea nada fácil o sencilla, sino todo lo contrario, que era
una labor realmente compleja. ¿Qué fue lo que hice? Pues me empecé a preparar
lo más que pude, ya no en aspectos puramente pedagógicos, sino en los relativos
a las relaciones humanas. ¿Qué más podía hacer?
Y es ahora que
continuo retándome a mí misma, tratando de innovar en cosas enfocadas a lograr
el aprendizaje de mis alumnos, aunque es claro que a veces llego a perder la
paciencia y vivo algo de desilusión; pero aún así puedo decir que mi labor como
docente ha sido realmente satisfactoria ya que ha llenado mi vida de
experiencias, emociones y aprendizajes que jamás hubiera imaginado…
Después de analizar sus reflexiones, coincido con usted que la docencia no es tan sencilla como algunos lo suponen: el arte de enseñar, la didáctica, implica conocimiento de las corrientes pedagógicas, la gestación del conocimiento, entre muchos otros elementos cognitivos. Le felicito por sus logros académicos y por su perseverancia en continuar formándose y actualizarse para superar los grandes retos que vienen con la actual reforma educativa.
ResponderEliminarLe comparto que algo semejante viví al integrarme al campo laboral educativo; sin embargo, estos cursos también me han servido para ampliar mis competencias docentes.
Saludos.